Hace unas semanas nos reencontramos con los SOLE Labs de Dominguillo, Boca de Camarones y El Tambo para recargarnos de energía SOLEra. Esta vez no fuimos a hacer SOLE como en otras ocasiones, sino que nos dejamos llevar por la invitación de cada comunidad a co-crear metodologías y hacer lo que ellos eligieran.
En la Biblioteca del Futuro no imponemos unos haceres sobre otros: nos reconocemos para seguir conectándonos a descubrirnos sin miedo.
Desde que pusimos un pie en el SOLE Lab de Dominguillo, la música llenó el espacio. Cantamos, bailamos, reímos, dibujamos y contamos nuestra historia y relación con el territorio.
En medio de todo, una pregunta iluminó el día:¿Cómo se conecta el territorio con la tecnología? No hubo respuesta inmediata. La dejamos en el aire, porque estar conectados también es atrevernos a preguntar sin miedo. No todo está definido en la Biblioteca del Futuro; esa pregunta abre un mundo de posibilidades que poco a poco iremos descubriendo juntos.
Aquí la protagonista fue la cultura wayuú. Sus juegos tradicionales, el sonido del mar transformado en señas y dibujos, su lenguaje, sus tiempos y formas. También surgieron sus preguntas sobre la conectividad: ¿cómo mejorar su acceso a Internet?
Entonces probamos una solución de SOLE Voltaje: ¿cómo convertir una lata en antena casera para mejorar la señal? Niños, jóvenes y adultos cacharrearon y salieron con su antena lista.Ese “desorden” compartido nos recordó que estar conectados no es solo infraestructura, sino también atreverse a crear y descubrir con lo que se tiene a la mano.
En el Tambo nos sentamos en círculo a imaginar futuros posibles para el SOLE Lab. ¿Cómo gobernar un espacio común? ¿Qué reglas inventar para cuidarlo sin que deje de ser de todos?
Fue un ejercicio de escucha mutua: el lápiz pasando de mano en mano, las ideas que se anotaban en papeles grandes, las preguntas que quedaban abiertas. No se trataba de respuestas definitivas, sino de reconocer que conectarnos también es decidir juntos para el común.
Cada SOLE Lab, con su gente, su territorio y sus lenguajes, nos recordó una idea de Maturana: reconocer al otro es comprender que mi aprendizaje depende del suyo. Entendimos entonces que lo que nos conecta en la Biblioteca del Futuro es reconocernos en las diferencias y similitudes, y permitirnos aprender de ellas.
En Dominguillo nos atrevimos a preguntar sin miedo; en Boca de Camarones descubrimos que podíamos resolver juntos un problema de conectividad construyendo una antena; y en El Tambo nos reconocimos en la escucha atenta de lo que cada voz tenía para decir.
Ese intercambio de música, de cacharreo, de culturas, de lenguajes y de decisiones nos mostró que estamos tejiendo juntos otros internets, más humanos y más colectivos.
La Biblioteca del Futuro es ese lugar donde nos encontramos para reconocernos en otros, para hablar lenguajes distintos y descubrir que nuestras diferencias no nos separan: nos hacen parte de una red de conversaciones que nos sostiene.