En septiembre se celebra amor y amistad en Colombia y algunos lugares del mundo. Así que este mes nos bombardeó con publicidades, descuentos y frases recicladas para vender afecto en cuotas. En la Biblioteca del Futuro también celebramos, pero lo hicimos distinto: usamos internet para jugar a conocernos sin miedo.
Mientras todo a nuestro alrededor nos promete conexión, el internet nos deja cada vez más solos. Parece que hablamos con todos, pero en realidad nos conectamos para quedarnos frente a una pantalla, cada quien encerrado en su burbuja de mensajes, historias y audios.
Nosotros decidimos hacer lo contrario: usar WhatsApp en grupo para relacionarnos de otra manera. Así nació el Amigo Secreto SOLERo, un experimento simple que nos invitó a confiar, a jugar y a descubrirnos en una red que casi siempre nos separa.
No fue un juego cualquiera. Para mantener el secreto, había que pedir ayuda, prestar un número, enviar mensajes desde otros celulares. Y en esa pequeña desobediencia tecnológica apareció algo grande: WhatsApp, pensado para hablar rápido y archivar, se volvió un espacio de complicidad, de coordinación, de cuidado.
%204.21.01%E2%80%AFp.m..png)
Cada mensaje anónimo, cada meme o canción enviada desde otro teléfono fue un acto de confianza colectiva. Jugar nos obligó a pensar en grupo, a depender del otro para que el gesto funcionara. Nos hizo entender que la red no es algo individual, sino un entramado vivo donde las relaciones se sostienen unas a otras.
Usar WhatsApp desde el anonimato, pero para construir relaciones que nos permiten descubrir a otros, fue una forma revolucionaria de usar el internet. En este caso, fue una práctica de ternura en medio de tanto ruido, una forma de acercarse a un desconocido, de enviarle una canción o un mensaje a alguien con quien nunca habíamos cruzado palabra. Un recordatorio de que todavía podemos elegir cómo relacionarnos, incluso dentro de las mismas plataformas que a veces nos aíslan.

Y ahí, entre risas, audios reenviados y mensajes anónimos, comprendimos algo simple y poderoso: que la amistad también puede suceder en lo invisible. Que en medio de la saturación, el gesto más pequeño, una canción, un mensaje, una complicidad, puede ser la forma más radical de sostenernos juntos.