Empacamos seis cajas con nuestros Kits SOLE y Kits embajador SOLE y emprendimos rumbo a la arenosa, que curiosamente desde el avión no parecía arenosa sino más bien fertil. El vuelo se retrasó, y quizás por eso el piloto tomó otra ruta y vimos un pedazo de la ciénaga grande de Santa Marta, uno de esos paisajes que auguria energía y vitalidad para lo que viene.
Fuimos recibidos muy amablemente por la coordinadora del programa Ondas de Colciencia en Atlántico Lilia Campo Ternera, quién ya tenía citados a los asesores de línea del Atlántico, y había organizado los aspectos logísticos para realizar adecuadamente el taller de entrenamiento a los asesores de línea en la metodología SOLE. De 10:00 a 12:00 a.m. realizamos la primera parte del taller de entrenamiento. En la cual llevamos a cabo un SOLE con la pregunta: ¿Cómo podemos conjugar ciencia y educación para cumplir con las metas globales de desarrollo sostenible? Después de una sesión bastante interactiva en la cual la asesora de línea Eustacia Murillo sirvió como capitana, llegaron a la respuesta:
La sesión fue un éxito, comimos un delicioso arroz chino cortesía de los anfitriones de la sesión y salimos vitalizados de la excelente energía de unas personas apasionadas por su trabajo, empoderadas por la experiencia y felices de poder llevar a cabo SOLEs en sus espacios. En la segunda parte compartimos acerca de la comunidad y lo que hacemos cuando hacemos un SOLE, fue largo, pero incluso con el proceso digestivo que induce al sueño todos estuvimos alertas y pendientes, aprendiendo y explorando el aprendizaje auto-organizado.
Al coger el taxi nos encontramos con Orlando, el conductor más carismático de la ciudad, que entre cuento y cuento nos respondió por éncima pero con mucha lógica la clásica pregunta SOLE de ¿Cómo sabe un Celular dónde estamos? Cuando le preguntamos qué pregunta pensaría él que es interesante y complicada nos respondió «¿Pues a mi me gustaría saber qué piensan las mujeres? Si te dicen que sí es un no y un no es un sí, muy complicada esa cosa.»
Hablaba tan rico Orlando que nos quedamos sin gas en un taxi en la mitad de Barranquilla. Hace mucho no empujabamos un carro, pero en la arenosa, donde la gente es tan fascinante, pareciera que los carros fueran más livianos.